miércoles, 26 de octubre de 2011

La empatía.



La empatía es una destreza básica de la comunicación interpersonal, ella permite un entendimiento sólido entre dos personas, en consecuencia, la empatía es fundamental para comprender en profundidad el mensaje del otro y así establecer un dialogo. Esta habilidad de inferir los pensamientos y sentimientos de otros, genera sentimientos de simpatía, comprensión y ternura.

Uno de los elementos clave que forma la inteligencia emocional, es la empatía, la cual pertenece al dominio interpersonal. La empatía es el rasgo característico de las relaciones interpersonales exitosas.

Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de empatía? La empatía no es otra cosa que “la habilidad para estar conscientes de, reconocer, comprender y apreciar los sentimientos de los demás". En otras palabras, el ser empáticos es el ser capaces de “leer” emocionalmente a las personas.

Es sin duda una habilidad que, empleada con acierto, facilita el desenvolvimiento y progreso de todo tipo de relación entre dos o más personas. Así como la autoconciencia emocional es un elemento importantísimo en la potenciación de las habilidades intrapersonales de la inteligencia emocional, la empatía viene a ser algo así como nuestra conciencia social, pues a través de ella se pueden apreciar los sentimientos y necesidades de los demás, dando pie a la calidez emocional, el compromiso, el afecto y la sensibilidad.

Si por un lado, un déficit en nuestra capacidad de autoconciencia emocional nos lleva a ser vistos como analfabetos emocionales (ignorantes del reconocimiento de las propias emociones), una insuficiencia en nuestra habilidad empática es el resultado de una sordera emocional, pues a partir de ello, no tardan en evidenciarse fallas en nuestra capacidad para interpretar adecuadamente las necesidades de los demás, aquéllas que subyacen a los sentimientos expresos de las personas.

Por ello la empatía es algo así como nuestro radar social, el cual nos permite navegar con acierto en el propio mar de nuestras relaciones. Si no le prestamos atención, con seguridad equivocaremos en rumbo y difícilmente arribaremos a buen puerto. Revisemos ahora con detenimiento en qué nos es útil.

No es raro que se crea comprender al otro sólo en base a lo que notamos superficialmente. Pero lo peor puede venir al confrontar su posición con la nuestra y no “ver” más allá de nuestra propia perspectiva y de lo aparentemente “evidente”.

Debemos saber que nuestras relaciones se basan no sólo en contenidos manifiestos verbalmente, sino que existen muchísimos otros mecanismos llenos de significados, que siempre están ahí y de los que no siempre sabemos sacar partido. La postura, el tono o intensidad de voz, la mirada, un gesto e incluso el silencio mismo, todos son portadores de gran información, que siempre está a nuestra disposición, para ser descodificada y darle la interpretación apropiada. De hecho, no podemos leer las mentes, pero sí existen muchas sutiles señales, a veces “invisibles” en apariencia, las cuales debemos aprender a “leer”.

Un individuo empático puede ser descrito como una persona habilidosa en leer las situaciones mientras tienen lugar, ajustándose a las mismas conforme éstas lo requieran; al saber que una situación no es estática, sacan provecho de la retroalimentación, toda vez que saben que el ignorar las distintas señales que reciben puede ser perjudicial en su relación. Es también alguien que cuenta con una buena capacidad de escucha, diestra en leer “pistas” no verbales; sabe cuando hablar y cuando no, todo lo cual le facilita el camino para regular de manera constructiva las emociones de los demás, beneficiando así sus relaciones interpersonales.

El proceder con empatía no significa estar de acuerdo con el otro. No implica dejar de lado las propias convicciones y asumir como propias la del otro. Es más, se puede estar en completo desacuerdo con alguien, sin por ello dejar de ser empáticos y respetar su posición, aceptando como legítimas sus propias motivaciones.

A través de la lectura de las necesidades de los demás, podemos reajustar nuestro actuar y siempre que procedamos con sincero interés ello repercutirá en beneficio de nuestras relaciones personales. Pero ello es algo a lo que debemos estar atentos en todo momento, pues lo que funciona con una persona no funciona necesariamente con otra, o es más, lo que en un momento funciona con una persona puede no servir en otro con la misma. Mahatma Gandhi sostenía lo siguiente “las tres cuartas partes de las miserias y malos entendidos en el mundo terminarían si las personas se pusieran en los zapatos de sus adversarios y entendieran su punto de vista”; en coherencia con ello, él decidió no proceder con violencia en su propósito por lograr la independencia de su país, y contra todo pronóstico la “resistencia pacífica” que propulsó fue el arma decisiva en la consecución de la ansiada liberación de su patria, la India.

Ciertamente no tenemos que ser como Gandhi para darnos cuenta que existen sutiles “armas” que podemos usar en beneficio propio y de los demás, que no son para destruir sino para hacer florecer relaciones provechosas en aras de nuestro crecimiento como seres humanos. Finalmente, no es exagerado sostener que las bases de la moralidad (que siempre es la interior) deben hallarse en la empatía, en la cual a su vez (al ser llevada con integridad) está la raíz del altruismo.

lunes, 24 de octubre de 2011

Los beneficios de llorar



Llorar permite reducir la intensidad de las emociones fuertes y trabajar con ellas para solucionar problemas Nadie quiere llorar, pero derramar lágrimas no es perjudicial; más bien al contrario, es beneficioso para la salud mental y física. Gracias a ellas, se liberan las hormonas del bienestar que ayudan a disminuir los niveles altos de angustia y que actúan como un calmante natural de las emociones intensas. Después del llanto, se entra en un estado de cierta relajación... igual que después de la tormenta, siempre llega la calma.

¿Por qué lloramos? La respuesta es simple: por motivos biológicos. Con el lloro se limpia el lagrimal, se consigue una adecuada hidratación del ojo y se liberan hormonas del bienestar. El estrés conduce a una sobrecarga de estas últimas y, al llorar, se elimina una parte de adrenalina, noradrenalina y oxitocina, además de opiáceos endógenos, un grupo de péptidos que provocan los mismos efectos que los analgésicos opiáceos.

"Estas hormonas permiten fijar la atención en los sentimientos, en aquello que se hace, en el organismo y en la persona misma", explica Raquel Molero, psicóloga de adultos de ISEP Clínic Barcelona. Estas sustancias operan en multitud de procesos, como la oxitocina, "que libera la madre cuando está cerca del hijo y le aporta sensación de calma. Del mismo modo, después de haber llorado mucho, queda una sensación de bienestar por la liberación de estas sustancias", agrega. Así pues, llorar es beneficioso.

De la emoción intensa a la calma tras llorar 

El detonante del llanto son alteraciones del ánimo de intensidad elevada, sobre todo negativas, como pensamientos dañinos, malas noticias, tristeza o rabia, aunque también las emociones positivas, como una alegría muy intensa, informan Molero y Marc Planella, psiquiatra adjunto de la Unidad de Agudos del Parc Sanitari Sant Joan de Déu, de Sant Boi (Barcelona). Otra causa del lloro es la empatía. "Se puede empatizar con las lágrimas de otras personas. El llanto puede surgir ante una película o una obra de teatro en la que se conecta con los sentimientos que se presentan y entenderlos. Permite contactar mejor con los sentimientos de otros", cuenta Molero.

Además, según informa esta psicóloga, "los adultos lloran cuando se sienten impotentes ante un suceso concreto, para aliviar la tensión, eliminar la tristeza y comunicar cómo se sienten". Ante todos esos disparadores, los expertos no dudan: el principal beneficio de llorar es su efecto como calmante natural. Permite reducir la intensidad de las emociones fuertes y trabajar con ellas para solucionar problemas, coinciden Molero y Planella. A medida que las lágrimas resbalan por las mejillas, "disminuye el nivel de angustia", dice Planella. "Poco a poco la persona se relaja, se calma, se reduce la carga emocional y aumenta la lucidez para trabajar desde una parte más racional. El afectado consigue que esas emociones intensas se hagan más pequeñas y manejables", explica Molero.

Consecuencias de reprimir el llanto

Por el contrario, reprimir el llanto no favorece la salud. Sin embargo, socialmente tiene una connotación de debilidad y muchas personas, en su mayoría hombres, tienden a cohibirse. Según detalla Molero, se reprime porque, a través de la educación, se insta a los niños y a los hombres a no llorar. Están más vetados que las mujeres para dar rienda suelta a sus emociones; pueden expresarlas, pero no demasiado, ante el riesgo de parecer demasiado sensibles, débiles e inseguros.

Por este motivo, es crucial que desde la infancia se eduque a los niños para que expresen sus sentimientos y comuniquen sus emociones, ya que "llorar es una buena forma de expresarlas", destaca Molero. Según precisa, "es una válvula de escape y, como ocurre con una olla a presión, si una persona las reprime al límite y no se permite derramar lágrimas cuando lo necesita, cuanta más presión tenga, esa emoción se manifestará de forma más incontrolable".
Otras consecuencias de aguantar el llanto es que se contiene más rabia y agresividad y muchos trastornos de ansiedad se somatizan cuando se bloquean todas las emociones, entre otras, con manifestaciones en la piel.

LLANTO SANO, LLANTO PATOLÓGICO

La tristeza es un sentimiento natural. Ante un acontecimiento vital como la muerte de un ser querido, lo normal es pasar un tiempo de duelo, de profunda tristeza. Pero muchas personas, lejos de reaccionar en el primer momento, se quedan bloqueadas. "Hay que enfrentarse a las emociones. Pasarlo mal. Hay que aceptar que hay emociones buenas y negativas y no se deben eliminar estas últimas. Ambas forman parte de la vida y, en ocasiones, hay que sentirlas. Evitarlas o bloquearlas solo hará que continúen ahí. Hay que enfrentarse a ellas, aunque duela", sentencia Raquel Molero.

Además, "las personas que lloran no suelen tener un trastorno psiquiátrico. Llorar no es ninguna enfermedad, sino una reacción normal", expone Marc Planella. No obstante, aclara que "llorar tampoco es preventivo" de depresión o de trastornos de ansiedad. No evita tener una patología mental -que depende de determinados factores de la personalidad de cada uno-, pero puede paliar los síntomas de esas enfermedades en un momento concreto.

El lloro sano, según destaca este psiquiatra, es proporcional al motivo que lo desencadena. Es normal cuando se asocia a un hecho luctuoso, como un fallecimiento, pero no lo es si se asocia a síntomas como no dormir, sufrir angustia, dejar de comer, perder peso, sentirse sin ánimo de hacer nada, estar muy tristes, no moverse de la cama, tener ganas de morirse o ideas suicidas. En estos casos, es desproporcionado y podría ser una señal de trastorno mental en la que el lloro es uno de los síntomas, como un trastorno depresivo o bipolar, según Planella. No obstante, advierte de que la sociedad coetánea ha cambiado y, en ocasiones, "se medicaliza" el tratamiento de sentimientos, como la tristeza, que son naturales y que el ser humano debe sobrellevar.

sábado, 8 de octubre de 2011

Resolver las dificultades de estudio


Los problemas de rendimiento académico pueden corregirse si se conocen las dificultades específicas que tiene el estudiante

Un rendimiento académico satisfactorio depende, en gran medida, de la efectividad de sus jornadas de estudio. En muchos casos, los alumnos fracasan en esta actividad porque carecen de hábitos adecuados de trabajo, fallan en las técnicas instrumentales esenciales o carecen de la suficiente motivación. Si se detectan estas u otras dificultades de estudio, es preciso actuar a tiempo y corregirlas para que no se intensifiquen a medida que avanzan en su trayectoria escolar.

Las causas del bajo rendimiento

¿Qué hace que un estudiante obtenga mejores resultados que otro? Tal como demuestran los estudios y evaluaciones llevados a cabo en este ámbito, el rendimiento académico de los escolares está asociado en parte a distintos factores socio-económicos y culturales sobre los que no se puede intervenir de forma directa. Sin embargo, además de estas circunstancias contextuales, el fracaso o el éxito escolar del alumno está unido también de forma indiscutible a su competencia y efectividad para estudiar.

A algunos se les da mejor estudiar las ciencias, otros demuestran mayor destreza en matemáticas y otro grupo puede tener más facilidad para asimilar los contenidos de historia. Pero si se dejan aparte los gustos o habilidades que tienen para las diferentes materias, los estudiantes que obtienen buenos resultados saben en general estudiar de forma efectiva. En el lado opuesto, es probable que los alumnos que no alcanzan el rendimiento esperado tengan distintas dificultades de estudio que les impidan rendir de forma eficiente.

Cada dificultad, su solución

1. No sabe aplicar los métodos básicos de estudio.

• Problema: en algunos casos, el estudiante no rinde de forma adecuada porque no utiliza las técnicas de aprendizaje básicas para una correcta adquisición de los conocimientos. Se limita a leer y memorizar los contenidos y elude los procedimientos que facilitan la comprensión y mejoran el rendimiento.

• Solución: el alumno debe aprender a estudiar con método. Para ello, padres y docentes deben iniciarlo en las técnicas básicas, como el subrayado, los esquemas, los resúmenes o los mapas conceptuales. Una alternativa interesante puede ser optar por alguna de las diferentes propuestas de cursos o talleres de técnicas de estudio disponibles en la actualidad en distintos formatos.


2. Carece de un hábito adecuado de trabajo.

• Problema: la falta de organización y planificación del tiempo de estudio tiene una influencia negativa en el rendimiento del alumno. Le impide asimilar de forma progresiva los contenidos curriculares, provoca retrasos en la entrega de las tareas y conduce a "atracones" de estudio de última hora, que en general son ineficaces para aprobar las materias.

• Solución: las familias, después de consultar con el tutor académico, pueden elaborar con el estudiante un horario de trabajo diario con una distribución del tiempo ajustada a su nivel académico y a sus necesidades. Se debe respetar el horario para crear una rutina en el alumno y supervisar tanto el cumplimiento de los tiempos marcados, como los resultados obtenidos por medio de la agenda escolar.


3. Falla en las técnicas instrumentales esenciales.

• Problema: una lectura demasiado lenta o la dificultad para la comprensión lectora impide a muchos estudiantes rendir de forma proporcional al esfuerzo que realizan. Del mismo modo, la fluidez en la redacción e incluso los fallos mecánicos en la escritura dificultan la labor de estudio de algunos alumnos.

• Solución: se ha de comenzar a trabajar desde la base. Estos estudiantes necesitan practicar, de forma adicional a sus tareas diarias, con ejercicios y estrategias que les permitan desarrollar una lectura comprensiva y aprender las principales técnicas de lectura rápida. Quienes tengan problemas de fluidez verbal pueden optar por actividades destinadas a desarrollar su competencia léxica y quienes fallan en la escritura, por recursos que les ayuden a mejorar la letra.

4. Falta de concentración.

• Problema: se distraen con cualquier cosa y pierden el tiempo con facilidad. La dificultad para concentrarse en las tareas o en el estudio les impide aprovechar la jornada y necesitan invertir el doble de tiempo que sus compañeros para adquirir los conocimientos.

• Solución: antes que nada, es necesario descartar que el estudiante padezca un trastorno específico de déficit de atención (TDA), que deben diagnosticar y tratar los especialistas. Si no es así, se puede empezar por detectar y anular los elementos que pueden distraer al alumno, como la televisión o los aparatos de música. Estos estudiantes necesitan tener un horario muy delimitado y supervisado por un adulto, que les obligue a cumplir en el tiempo previsto y con menos estímulos en el hogar que puedan disturbar su estudio.

viernes, 7 de octubre de 2011

Nueva normativa para chucherías y golosinas



Una nueva norma de calidad para caramelos, chicles, confites y golosinas pone en el punto de mira estos productos porque se reducen las exigencias de higiene

La anterior normativa reguladora, ahora derogada, era muy estricta cuando establecía los requisitos de información y de higiene en la venta de golosinas a granel. Exigía que estos productos tenían que exponerse en vitrinas o recipientes protegidos sin que en ningún caso los clientes tuvieran acceso directo. La manipulación y venta debía realizarla solo el personal del comercio mediante pinzas u otras herramientas. También establecía que en cada contenedor se exhibiera un rótulo visible con la información correspondiente, que incluyera nombre del producto, lista de ingredientes y responsable (fabricante, envasador o importador si fuera el caso) dentro de la UE. La nueva norma reguladora ahora vigente es bastante menos estricta respecto a todos estos requisitos.

Con esta norma, desaparece la mención sobre la manera de expender estos productos a granel y no se exige de manera explícita que las chucherías estén fuera del alcance del público. Tampoco se especifica que deba ofrecerse junto con el producto, de manera obligatoria, información acerca del mismo, como nombre, fabricante o lista de ingredientes. Este último punto es relevante en el caso de posibles alergias a alguna de las sustancias utilizadas en su elaboración. Puede solicitarse, si así se desea, la etiqueta del producto, ya que es obligatorio conservarla durante su venta. En ella, además de estos datos, podrá comprobarse la fecha de consumo. La nueva norma establece la necesidad de cumplir con lo dispuesto en la norma general de etiquetado, presentación y publicidad de productos alimenticios, así como de otras disposiciones comunitarias aplicables en la materia.

Caramelos, chicles, confites y golosinas

La norma de calidad que ahora ha entrado en vigor establece cuatro tipos básicos de chuches: caramelos, gomas de mascar (chicles), confites y golosinas. Determina, a su vez, subgrupos dentro de cada uno y se definen hasta 15 variedades. En ella se prohíbe el uso de ingredientes y aditivos no autorizados, tanto por la normativa española como por la europea.

Cada vez es más frecuente encontrar en los comercios golosinas fabricadas en países fuera de la Unión Europea, para quienes el cumplimiento de las normativas, sin dejar de ser obligatorio, puede resultar más problemático. Estas son, según apuntan algunas fuentes, las chucherías y golosinas más demandadas del mercado.

Cabe esperar que la norma se aplique siempre sin perder de vista el avanzado marco jurídico en materia de seguridad alimentaria de la UE, según el cual se antepone cualquier principio a favor de la prevalencia de unos niveles que garanticen en todo momento la salubridad de los productos que se consumen. Según la legislación vigente sobre etiquetado, presentación y publicidad de productos alimenticios actualizada, es prioritario ofrecer al consumidor toda la información necesaria para proporcionarle una compra adecuada y, sobre todo, segura.

Una norma de calidad criticada

Algunas asociaciones de consumidores, como la Unión de Consumidores de Extremadura, ya han denunciado que las nuevas normativas reguladoras de golosinas suponen, por su excesiva tolerancia, un paso atrás en materia de seguridad alimentaria. Para esta organización de consumidores, es preocupante que se obvien aspectos tan importantes en la venta a granel de golosinas como la información de los ingredientes, la denominación del producto y el nombre o razón social del fabricante o envasador. Se denuncia que la mayoría de establecimientos de venta a granel de golosinas de Extremadura, comunidad donde se ha llevado a cabo el estudio, no cumplen ni con la higiene ni con la información al consumidor necesarias.

Desde esta asociación se ha valorado de forma positiva que la nueva ley de seguridad alimentaria tenga muy en cuenta aspectos de prevención y lucha contra la obesidad infantil y no permita la venta de estos productos en los centros educativos. Sin embargo, se critica que en esta nueva norma de calidad no sea obligatorio que estén las etiquetas con los ingredientes adheridas al expositor, ni que estén fuera del alcance del público, y preservar así la higiene de estos productos. Sería también muy recomendable, según apuntan desde esta asociación, que dadas las características de la chucherías y golosinas, se impusiera la necesidad de especificar información nutricional detallada del producto.

Se da así un paso atrás con estos productos, siempre según esta organización de consumidores, a pesar de que desde la UE se trabaje en nuevas normas que pretenden garantizar mayor seguridad alimentaria e higiene, así como información al consumidor. Se destaca la necesidad de que quien compra chucherías pueda conocer sus ingredientes.

Golosinas, un mercado que avanza

A pesar de que son unos productos de consumo esporádico, según las recomendaciones de los expertos en nutrición, las golosinas facturan en España más de 700 millones de euros al año (datos de 2007), con un consumo medio anual de caramelos y chicles de tres kilos por persona. Y no solo entre la población infantil, ya que según los datos recogidos por la Asociación Española de Fabricantes de Caramelos y Chicles (Carchi), más de la mitad de los españoles mayores de 16 años los consumen. Es un sector con larga tradición en España, en pleno proceso de adaptación a los nuevos requerimientos del consumidor actual, más concienciado con sus necesidades nutricionales, por lo que necesita disponer de un marco legal adecuado.

De esta manera, la nueva norma de calidad que se ha desarrollado a petición del sector para buscar la transparencia y competitividad en el mercado, contempla tanto los nuevos avances tecnológicos como posibilita las reformulaciones de sus productos para diversificarlos y hacerlos más competitivos. Además de nuevas golosinas de diseño que intentan sorprender al consumidor, el sector de las chucherías se esmera y adapta por competir con sus productos en un mercado cada vez más exigente en el que, además, priman los alimentos saludables.

CHICLES ORGÁNICOS Y SINTÉTICOS

Lejos de ser un producto artificial, el chicle tiene su origen en la propia naturaleza y se conoce desde tiempos ancestrales. Es la savia lechosa y seca de la sapodilla, el árbol que los aztecas llamaban "chitcli" y que ya utilizaban. Fue en 1860 cuando un general mexicano que se trasladó a vivir a Nueva York se llevó hasta los Estados Unidos su costumbre de mascar esa goma. La fortuna quiso que una gran partida de esta resina importada para convertirse en caucho sintético, aún insípida, viera truncado su destino. Antes de perderla, sus responsables se acordaron del uso del general y comenzaron a mascarla. Tanto les gustó, que decidieron lanzarla al mercado y competir con una pastilla de parafina masticable que por aquel entonces se utilizaba para calmar los nervios.

Aún sin sabor, la resina masticable tuvo éxito y pronto podían comprarse bolitas y tiras de chicle que se cortaban en las tiendas, según las necesidades de su usuario. Pero no fue hasta años después cuando a un farmacéutico se le ocurrió añadirle a esta goma de mascar una sustancia aromática utilizada en los jarabes contra la tos. Tras ella llegaron el regaliz y la menta y toda una serie de aromas y sabores que hicieron del chicle un producto al gusto de todo el mundo en continuo desarrollo, según las necesidades del mercado, incluida la sustitución del azúcar por edulcorantes artificiales. Hoy en día, el chicle o goma de mascar se confecciona a base de compuestos sintéticos, aunque desde diferentes ámbitos se intenta promocionar el chicle natural orgánico, más ecológico, ya que procede de bosques renovables, y biodegradable, que vendría a solucionar un "pegajoso" problema de contaminación mundial.

Fuente: EConsumer